HOJAS DE OTOÑO,

o un breve encuentro con la humanidad.

– por Joshua Solana

La función termina, las luces se prenden, las puertas se abren y el público sale. Esperando afuera del cine, un hombre llamado Holappa busca entre los asistentes a una mujer con la que coincidió días antes, Ansa, una empleada de supermercado solitaria, perteneciente a la clase trabajadora de Helsinki, Finlandia. Entre el bullicio, Holappa busca a la única persona con la que se puede sentir acompañado. 

Si tuviera que explicar el cine de Kaurismäki a alguien que nunca ha visto alguna de sus películas, iniciaría por describir esta escena. La calidez con la que el director retrata la vida simple y cotidiana de una sociedad que podría ser cualquiera, así como el entendimiento que tiene sobre la crudeza humana, los sentimientos básicos y la lucha del individuo por pertenecer, logran de manera magistral una atmósfera ya característica dentro del cine del finlandés.

Hojas de Otoño, o Kuolleet lehdet en su idioma original, cuenta la historia en conjunto de dos personas solitarias que luchan día a día con el peso de vivir en una sociedad empobrecida y en la que parece que el individualismo ha triunfado sobre la colectividad, así como con el recuerdo constante de una guerra sinsentido que luchan los países vecinos. Ansa y Holappa son dos obreros, ella una empleada de supermercado y él un alcohólico peón de la industria constructora, solitarios y anónimos que, gracias a un breve encuentro dentro de un karaoke en donde cruzan sus tiernas y abandonadas miradas, lograrán encontrar en el otro un puerto seguro donde descansar. El guion, escrito por el mismo Kaurismäki, no se molesta en mostrar más que la historia de una pareja cualquiera, momentos de la cotidianidad que nos recuerdan lo universal de estas historias, y cómo surge en ellos algo tan valioso como mundano: la conexión entre individuos.

Esta película es parte de la tetralogía llamada por el mismo director como su serie del proletariado, compuesta por Sombras en el paraíso (1986), Ariel (1988) y La chica de la fábrica de cerillas (1990), tetralogía en la que el director ha podido abordar desde la mirada anónima de la clase trabajadora preguntas tan universales como el cómo se desenvuelve el ser humano, qué es lo que nos hace ser quienes somos y, sobre todo, de dónde sacamos las fuerzas necesarias para seguir esperanzados en esta vida tan desesperanzadora.

Sombras en el paraíso (1986), la primera película de la tetralogía del proletariado.

Kaurismäki, sin embargo, no es ningún optimista. En una entrevista para el diario español The Objective (2018), revela que no tiene ninguna de sus esperanzas puesta en el ser humano, lo considera, según sus palabras, un error en la naturaleza. Él prefiere pensar mayoritariamente en el concepto de humanidad, pues cree, como sus películas lo han demostrado en infinidad de momentos, que son los lazos y las conexiones que hacemos con el otro lo que nos ayuda afrontar a este mar de gentes que vemos salir de la función, esperando encontrarnos con la cara que reconocemos y que nos reconoce como humanos.

Kaurismäki nos presenta la tierna relación entre Ansa y Holappa.

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