– por Joshua Solana

En México desaparecen 60 personas al día; personas que compartían vínculos afectivos con otras, que habitaban una oficina, que tenían un restaurante favorito. Cada una de estas personas cuenta con toda una historia detrás de ellos. Cada una de ellas es una investigación abierta, una visita, dos, tres, a la fiscalía; un cartel con su fotografía por la calle, un nombre más anunciado en la radio, escrito en una lamentable y larga lista; una fría cifra en un recuento del INEGI. Eso y más, mucho más, es una persona que desaparece. Pero a sus expensas, dejados detrás, como el punto que acostumbra a ser colocado hasta el final de la oración, se encuentran, como daños colaterales, con la piel al rojo vivo, con el camino destrozado y sin idea de su caminar, los familiares de estas personas, sus amigos, sus compañeros de trabajo…

De pronto la vida se vuelve una interminable búsqueda, y ellos, un buscador más. Su vida se detiene, pero continúa, como si en puntos suspensivos se mantuviera. Alguien que tiene que cargar con una terrible etiqueta toda su vida. A ellos, a los daños colaterales, a los buscadores, les habla Alejandro Gerber en su más reciente película “Arillo De Hombre Muerto”, estrenada en la pasada edición 39 del Festival de Cine en Guadalajara.

La película sigue a una de estas buscadoras, Dalia (Adriana Paz), una mujer que trabaja como chofer dentro del metro de la Ciudad de México, quien recientemente se ha unido a la lista interminable de familiares de un desaparecido, pues su esposo se ha esfumado sin dejar rastro. Dalia de repente tendrá que enfrentar a una indolente fiscalía y en general a una indiferente sociedad a la cual no le importa, ni entiende, lo que significa ser parte de la lista.

Adriana Paz interpreta a Dalia, una buscadora más.

Alejandro Gerber pone el lente en Dalia. Casi nunca vemos a su esposo. La película no busca retratarlo a él. Nunca escuchamos una historia o una descripción de él. Lo poco que lo vemos es por necesidad de la historia: una foto, un vídeo donde se le vio por última vez… solo eso.

“¿Qué pasa con la vida de los buscadores?”, se pregunta el director. “¿Cuándo todo vuelve a la normalidad? ¿Qué pasa con su felicidad? ¿Con su placer?”

Todas esas preguntas son las que busca explorar a través de la historia de Dalia, presentándonos a un personaje imperfecto, una madre de familia, una nuera, una esposa, una amante. El personaje interpretado por la increíble Adriana Paz, reciente ganadora del premio a Mejor Actriz por el festival de Cannes, es súper complejo y permite realizar una lectura mucho más completa de lo que significa ser un o una buscadora. El director utiliza el blanco y negro así como el alto contraste, no solo para oscurecer al país de terror que esta problemática presenta, sino para evitar sentir el cambio de temporadas… de tiempo. Es como si sus personajes (Dalia, sus hijos, su suegra y todos aquellas vidas que han sido parte del daño colateral) se volvieran indiferentes al paso del tiempo, incapaces de avanzar, ahora solo son buscadores.

¿Qué pasa con la vida de los buscadores? ¿Cuándo estás vidas continúan?

Arillo De Hombre Muerto seguirá su recorrido por festivales. Después de su cálido estreno en el FICG, estoy seguro de que la travesía de Dalia continuará llegando a las salas del país, con el objetivo de visibilizar y eliminar el lastre de la indiferencia mexicana hacia una tragedia cada vez más difícil de ignorar.

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