Alcarràs:

La cotidianidad y la incertidumbre ante lo inesperado.

 – Por Mauricio Orozco 
@eralvy 

La familia es un tema recurrente en el cine, hay realizadores que dedican la totalidad de su trayecto fílmico en explorar las variaciones y transformaciones de este componente básico en nuestra realidad social, una manera de reflexionar sobre las instituciones, los mecanismos de convivencia y hasta la manera en que contextualmente devienen en un reconocimiento propio de una cultura. 

Si has visto una película de Carla Simón sabrás que en cuanto comienza a correr el tiempo entras a un terremoto emocional del cual puedes esperar sensaciones llenas de cariño o estrellarte de golpe contra el dolor más punzante. En esta ocasión la directora se vuelve a centrar en la familia como tema rector que guiará al espectador en una revisión crítica sobre el rompimiento de la estabilidad y las consecuencias que derivan en una desintegración. El guion presenta a la familia Solé, quienes tienen una granja de melocotones en Alcarràs, una región rural de Cataluña, en donde llevan toda su vida cosechando esta fruta hasta que reciben una orden de desalojo por no contar con un papel que atestigüe su propiedad. La desesperación invade a la familia y la burbuja se rompe, se abren cuestionamientos sobre los roles familiares y la construcción de identidades; a partir de una revisión de la incertidumbre como mecanismo de interacción con el pasado y el futuro. 

La sensibilidad con la que distribuye micro historias en cada miembro de la familia nos permite ver un mosaico que en su todo representa este punto de cambio inevitable, pero en su individualidad nos da pistas para articular una reflexión sobre las diversas reacciones y respuestas de cada uno de los personajes, pasando por transformaciones que no siempre terminan en un cambio sino que abraza el estancamiento y la inercia frente aquello que no podemos modificar. 

La cineasta catalana ha desarrollado una maestría para generar una representación de la realidad que se materializa en una pulcra y meticulosa reproducción, pero que cuando menos lo piensas,  te inserta en un entretejido simbólico que usa el emotivo como fuente de estructuración formal, haciendo uso del lenguaje cinematográfico para inventar el propio, y dándole al espectador un lugar activo en el que participa traspasando el mero acto de mirar.

Este largometraje es una muestra fehaciente de la forma en que Carla Simón transforma la imagen fílmica en un híbrido entre una ventana a la realidad y una construcción discursiva en busca de la poética cotidiana, con la que presenta una detallada descripción que nos permite identificar la vida agrícola en España, el conflicto ante el progreso, los dilemas propios de la institución familiar y la universal representación del ser humano ante lo inesperado. 

Alcarràs nos sitúa en un relato que en superficie es sencillo, digerible y sobre todo reconocible, en donde nos podemos ver reflejados de una u otra manera, sin embargo va mutando poco a poco en un complejo entramado que nos muestra el desapego, el duelo y el enfrentamiento contra lo imposible sin caer en soluciones románticas o giros inesperados hacia una complacencia positiva, formulando una historia agridulce y muy honesta. Es una cinta que nos recuerda que una historia necesita un balance emocional, narrativo, simbólico, ideológico, referencial y poético para entretejer desde la creatividad un discurso que sobrepasa los límites del lenguaje conocido, y que se filtra entre las grietas sensoriales que abre en el espectador, deslindándose de la responsabilidad por descubrir algo nuevo, para llevarnos a una íntima conexión con aquello tan personal que permea en nuestra relación con el cine, el relato, el arte y sus representaciones de la vida. 

Esta cinta tuvo su estreno nacional en la vigésima edición del Festival Internacional de Cine de Morelia. 

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